Los griegos imaginaron que, en un principio, el universo estaba compuesto por una materia mezclada en pleno desorden. Nada tenía forma ni figura definidas. El universo era tan sólo una materia prima y de ella nada había sido hecho todavía. A esta materia prima le llamaron Caos.
La palabra «caos» en griego significa abismo. La palabra inglesa chasm, de igual significado, proviene de la misma raíz que «caos». Por consiguiente, el caos puede ser descrito como algo semejante al espacio exterior, aunque sin haberse formado todavía ninguno de los planetas ni estrellas. Todo existía meramente en forma de vapor turbulento y, transparente. Al parecer, sólo había vacío, un vasto abismo. (De hecho, los científicos modernos creen que así era el universo, en su origen.)
Hoy día aún empleamos la palabra «caos» para expresar todo cuanto se encuentra en un estado de confusión y desorden, siquiera sea una habitación con todas las cosas desparramadas por ella.
Esta palabra ha llegado hasta nosotros en otra forma incluso más familiar, aunque prácticamente nunca nos damos cuenta de ello.
Alrededor del año 1600, un químico flamenco llamado Jan Baptista van Helmont estudiaba los vapores producidos por la combustión del carbón vegetal. También se interesaba por las burbujas que se formaban al dejar en reposo los zumos de frutas.
Estos vapores y las diferentes clases de «aires» no eran como los líquidos y sólidos comunes que manejan los químicos. Un vapor no tiene forma por sí mismo. Cuando se encuentra dentro de un recipiente, éste parece vacío. Una sustancia así, carente de forma o figura, es un ejemplo de caos. Van Helmont decidió darle un nombre que viniese sugerido por la palabra. Prescindió de la «o» cambió la «c» por la «g»,y resultó «gas».
El fuel que actualmente se emplea en los automóviles es líquido cuando entra en el depósito. Pero en el motor, se vaporiza y se convierte en gas. Sólo cuando es gas puede combinarse con el aire, para, mover los pistones e impulsar el motor. Dado que este líquido se convierte en gas tan fácilmente, se le denomina «gasolina». Los americanos suelen simplificar la palabra y lo llaman «gas».
Así pues, cuando «apretamos el gas a fondo» estamos empleando una palabra que nos retrotrae a aquella palabra griega que designaba el estado inicial del universo. Y cuando, en una hora punta, muchos conductores aprietan el gas a fondo todos, a la vez, el resultado también es el caos.
Cuando fueron creadas del caos cosas con forma y figura, el resultado fue el Cosmos. Es una palabra griega que significa «orden» y «buena distribución» y, por lo tanto, es lo opuesto al caos. Hoy en día es muy frecuente referirse al universo con la palabra «cosmos», la cual también es utilizada para otras cosas.
Por ejemplo, en 1911, se descubrió un nuevo tipo de radiación que parecía bombardear la tierra por todas partes. Se tenía la impresión de que esta radiación procedía del universo entero, de hecho de todo el cosmos. El consecuencia, el físico americano Robert A. Millikan sugirió en 1925, que fueran denominados «rayos cósmicos» y así es como son conocidos hoy en día. «Cósmico» también significa vasto y de gran importancia, al igual que el propio universo, y un «cosmopolita» es aquel que se considera a sí mismo como parte integrante del mundo entero y no únicamente de un trocito de él.
Existe una huella aún más conocida de la palabra «cosmos». Dado que cosmos significa buena distribución» y «orden», los polvos, el carmín, los lápices de labios, los sombreados y otras cosas para poner la cara en orden son los «cosméticos». Y no cabe duda de que, viendo trabajar a ciertos empleados de los institutos de belleza, uno tiene la impresión de qué emplean el maquillaje para convertir un «caos» en un «cosmos».
En la mayor parte de los sistemas mitológicos, los primeros seres que surgen del caos inicial no son hombres, sino dioses. A éstos se les representa frecuentemente con figura de hombres, aunque a veces su aspecto, es en parte o totalmente animal. Se diferencian de los hombres en que son mucho más poderosos. Pueden controlar las fuerzas de la naturaleza. Pueden gobernar el Sol, lanzar destellos de luz, azotar el mar con huracanes, hacer crecer las plantas o desencadenar plagas. Por lo común, son inmortales.