jueves, 24 de septiembre de 2009

Todo empezó con una máquina


Una de las formas más curiosas de medir el desarrollo del intelecto humano, consiste en estudiar el potencial que tenía la tecnología en algún momento del desarrollo social para automatizar algunos procesos, por ejemplo las máquinas tienen cuando menos dos propósitos fundamentales: el primero es realizar labores que el ser humano no puede llevar a cabo como cargar una pesadísima roca, el otro objetivo es el realizar l

abores repetidas (aburridas para el ser humano) con gran precisión. Esta última característica ha sido fuente de disputas y hasta de revoluciones sociales en los últimos siglos.

Las máquinas de precisión son capaces de remplazar a muchos obreros con grandes ventajas, (aclaro, no soy partidaria del remplazo de las personas por las maquinas sin embargo, tampoco me olvido de señalar lo “objetivamente” evidente).


En 1589, un clérigo inglés llamado William Lee inventó una máquina tejedora que conmovió a su patria. El aparato de Lee podía tejer más rápido que las mejores costureras de la época; el ingenuo Lee presento una solicitud de patente ante la corte, en aquella época la primera hija de Enrique VIII ya había tomado firmemente las riendas de Inglaterra y estaba en camino de construir lo que en los siglos siguientes seria el imperio más grande de toda Europa, cualquiera imaginaría que seguramente, la corte recibiría con beneplácito una máquina tan productiva.

La misma reina Isabel se involucró en el asunto, ella sabía perfectamente que la organización social del reino no podría enfrentar la eficacia de la tecnología de Lee: el reino no podía aspirar a mantener su estabilidad si este tipo de máquinas comenzaba a producir despidos masivos.

Durante un tiempo, la reina peso en la balanza los méritos de la productividad y las necesidades de sus súbditos entonces, emitió un veredicto que merecería ser estudiado con cuidado por la sociedad moderna: reconoció la virtud de la técnica de Lee, pero también el peligro de explotarla sin un largo periodo de ajuste social, como consecuencia la patente le fue negada al clérigo que, enojado partió hacia Francia en donde encontró el apoyo necesario rápidamente.

Dos siglos más tarde, la conmoción social producida en parte por las máquinas de Lee produjo una explosión civil que envolvió a Francia en lo que ha sido la época más terrible de toda sus historia.

4 comentarios:

Unknown dijo...

hola

Unknown dijo...

hola me llamo JUan

Unknown dijo...

hola

Unknown dijo...

eres muy pesado

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