Éste es un viaje al centro de la Tierra.
Hace frío bajo la tierra inglesa, en Wakehurst Place, en el condado de Sussex. Hay que atravesar dos puertas herméticas para entrar en la estancia de 40 metros cuadrados. Dieciséis grados. Quince por ciento de humedad. Cestas. Sacos. Bolsas. Apilados con estricto orden británico junto a las paredes y formando una isleta en el centro.
El ambiente seco y fresco adormece miles de semillas a un tiempo. Les extrae casi toda el agua. Paraliza sus moléculas. Detiene su metabolismo.
Bienvenidos a esta caja fuerte de la biodiversidad, el proyecto más ambicioso de conservación de la flora mundial. El Banco de Semillas del Milenio.
Cuando nació, en el año 2000, se fijó como objetivo reunir una décima parte de las especies silvestres del planeta en 10 años. Entonces se conocían 240 mil especies. Hoy, el número que manejan los biólogos, sin ser exacto, ronda las 300 mil.
En el banco se guardan cerca de 26 mil. Yacen bajo tierra, en botes transparentes. Sellados. En una cámara acorazada, a -20°C. En estas condiciones, las semillas podrían aguantar cientos, incluso miles de años. Para 2020, se han propuesto almacenar un cuarto de las especies conocidas. El futuro encapsulado en miniatura.
Lo que siembras hoy…
Desde 1950, la población se ha más que duplicado. Las especies se desvanecen a un ritmo nunca visto, entre 50 y 100 veces superior al natural. Cuarenta y cinco por ciento de los bosques de la Tierra han desaparecido; 34 mil especies vegetales están en vías de extinción; la flora se encuentra amenazada.
Buscar provisiones a futuro era necesario. El resultado es algo mágico: “Nos encontramos en el lugar del planeta con mayor biodiversidad por metro cuadrado”, dice Robin Probert, jefe de conservación y tecnología.
Guardarlas en un banco quizá no sea la mejor solución. Pero habrá semillas en el futuro y podrán ser germinadas.
Si nuestro futuro está plagado de sequía, el ser humano encontraría aún intacto todo lo que podría necesitar en Sussex. Bajo tierra. Seco. A -20°C.
El Secreto del banco de semillas
Este banco de semillas funciona gracias a dos simples reglas de tres.
A las semillas se les ha frenado artificialmente su reloj biológico con una regla de tres que manejan los botánicos: por cada 10 por ciento que se disminuya su humedad, se duplica la longevidad. Es el principio del almacenamiento.
La segunda regla de tres que manejan los biólogos es tan simple como la primera: por cada cinco grados menos de temperatura, se duplica la longevidad de una semilla. El frío frena un poco más su metabolismo, inhibe la aparición de hongos, insectos y bacterias. No mata la vida. La detiene. Serán almacenadas a -20°C.
El sueño de Mr. Smith
Roger D. Smith es el ideólogo del banco, un biólogo ya jubilado a los 65, oficial del Imperio Británico.
Smith comenzó a almacenar semillas en los 70, cuando no era más que un prometedor naturalista en los Reales Jardines Botánicos de Kew, a las afueras de Londres.
En las reuniones de líderes mundiales se empezaban a emplear términos como “biodiversidad” y “especies amenazadas”, y él trabajaba para uno de los jardines más completos y mejor conservados del planeta.
Era el reflejo de un pasado de grandeza colonial, con invernaderos victorianos y especies vivas traídas de los siete mares. Pero muy pocos botánicos se habían tomado la molestia de preservar la simiente. Y menos de plantas silvestres.
Smith, junto a un pequeño equipo de Kew, trasladó su visión lejos de la contaminación londinense, a este lugar llamado Wakehurst, un viejo caserón isabelino rodeado de praderas.
Empezó por las especies británicas, como una división más del Real Jardín Botánico. Dos décadas después, con esta colección a medias, le tocó el gordo: el fondo de la Lotería Nacional financiaría gran parte de su sueño.
El Arca de Smith comenzó a construirse en 1998. Un semillero para un planeta en quiebra.
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