domingo, 25 de octubre de 2009

Por fortuna se olvidó la física.

La primera guerra mundial fue quizá, el más inútil de los conflictos armados, durante los 4 años que transcurrieron desde el asesinato en Sarajevo hasta la firma del armisticio, muchos millones de personas murieron defendiendo terreno que era perdido al momento siguiente. La tecnología de la era industrial entrego a los soldados armas con un poder destructivo inusitado, una sola persona armada con una ametralladora podía detener a una carga entera de infantería, durante el desarrollo de la guerra muchas armas sufrieron un cambio espectacular; los aeroplanos al final del conflicto eran máquinas confiables y terribles, las ametralladoras y los gases venenosos también sufrieron grandes evoluciones.


Los cañones experimentaron uno de los cambios más espectaculares de todos. Los alemanes eran de los mejores ingenieros del mundo y por eso algunas de las más cruentas armas fueron inventadas por ellos. Cuando la guerra empezó a cambiar de tono, la artillería alemana fue empujada de nuevo hacia su propio territorio por un milagrosamente reconstituido ejército francés. París quedó así, momentáneamente a salvo del terrible cañoneo germano pero los alemanes no se dieron por vencidos: fabricaron un gigantesco cañón capaz de enviar una granada enorme a una distancia increíble. Este cañón era tan grande que era necesario emplear una locomotora poderosa para moverlo, sus granadas pesaban varios centenares de kilos, una vez listo los ingenieros alemanes procedieron a preparar unas tablas con gran cuidado que permitirían a los servidores de esta pieza gigante, bombardear cualquier blanco en muchos kilómetros. Estas tablas estaban basadas en las bien conocidas formulas que describen el movimiento de un objeto en el campo de gravedad terrestre.


Las tablas incluían además, correcciones por viento y otros efectos. Con esta información, los soldados lo tendrían todo para dejar caer una llovizna de acero por la ciudad luz, pero a los ingenieros alemanes se les olvidó un pequeño detalle: la tierra es redonda y gira sobre su propio eje. Al disparar las primeras granadas, los soldados se dieron cuenta, asombrados que todas las granadas caían a la derecha de París. Pasó un tiempo antes de que notaran la causa de este fenómeno; durante el tiempo que le llevaba la granada llegar hasta París, la tierra y la ciudad luz con ella giraba y alcanzaba a ponerse a una distancia en su diario viaje alrededor del eje terrestre. Este efecto, conocido como aceleración de Coriolis ya era conocido por los físicos, pero afortunadamente para París, los ingenieros alemanes en su afán por destruir a sus enemigos no lo incluyeron en sus cálculos.

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